domingo, 16 de junio de 2013

Relato: Hoy lamento los años venideros

Hoy lamento los años venideros

Hoy lamento los años venideros, pues lo que me depara el futuro no es sino un cúmulo de infortunios. Tengo poco tiempo para encontrar la paz interior antes de que dé comienzo mi desdicha, pero, de lograr mi objetivo, quizás mis penas sean más llevaderas.

He visto que voy a llorar. Luego, por ese motivo, no dejo de recordar las mayores tragedias de mi vida. Reflexiono sobre los momentos que me hicieron sufrir y busco en ellos una enseñanza común que me ayude a entender el funcionamiento de la tristeza. Creo que si llego a conocerme a mí mismo, la pena pasará sobre mi persona como una ligera brisa y no como un vendaval.

Sé que me romperán el corazón, y como no tengo antiguos amores desconozco el remedio para el desengaño. Solo puedo hacerme insensible a los sentimientos con la esperanza de templar mi alma, casi hasta enfriarla. Si deja de parecerme importante la pérdida de lo que es querido, no me importunará la ruptura. Desconozco lo qué es el amor, si me preguntasen ahora mismo respondería que probablemente no sea más que el producto de algún tipo de locura colectiva. Pero cuando hay tanta gente afectada por el mismo mal, sería una imprudencia no ser precavido.

Habrá muerte, las personas vienen y van, mientras tanto yo permanezco ajeno a todo ello. Pero también llegará el momento de mi propia extinción y no hay manera de que pueda asumir el fin de mis días. Aprenderé de los mayores acerca del secreto que se oculta tras los misterios de la vida. Aprenderé de los más jóvenes sobre las alegrías del tiempo que les queda por delante. Y tal vez combinando ambos conocimientos pueda dar sentido a mi propia existencia.

Cuando sea pobre añoraré los lujos y los caprichos que deseaba poseer cuando soñaba con ser rico. En esos tiempos donde mis posesiones terrenales habrán desaparecido, lamentaré no haber sido más humilde. Me enfadaré conmigo mismo por no haber sido previsor y haber derrochado sin pensar en las consecuencias. Después me sentaré en el frío suelo de un rincón mugriento y cantaré para aliviar las penas y enriquecer mi alma. Haré todo esto en el momento en que con semejantes conceptos abstractos será la única manera de recordar lo que era la riqueza.

Un día pasaré hambre y sed, mis necesidades no podrán ser saciadas de ningún modo. Entonces pensaré en los más desafortunados y mi sufrimiento palidecerá en comparación. Quizás entonces deba ser previsor y alimentar ahora al prójimo para que luego éste me alimente a mí cuando me llegue el turno. Agradeceré cada bocado que me lleve a la boca porque será un manjar en comparación con el vacío de mi futuro y atesorare cada gota de agua que, cada vez menos pura, llegará a ser un bien escaso.

Voy a conocer la enfermedad, no solo una vez sino en un gran número de ocasiones. A veces serán problemas leves, pero en algún momento seré puesto a prueba con algo que vaya más allá de mis capacidades. Mi cuerpo, como el de todos los seres vivos, es vulnerable y está en constante degradación, es solo cuestión de tiempo. Por eso llevaré una vida saludable, para retrasar el momento y hacer que mi calidad de vida sea la mejor posible. La enfermedad llegará, pero cuando lo haga yo estaré preparado física y psicológicamente. Mis anticuerpos tomarán el control y mi mente les orientará para que trabajen con eficacia, sin perder nunca la esperanza.

Hoy lamento los años venideros, donde mi peor infortunio será la perdida de la fe. En algún momento me sentiré abandonado a mi suerte y el mundo parecerá un lugar oscuro e injusto. Solo iluminando ahora bastantes vidas pueda quizás tener entonces una luz que seguir en las tinieblas, que me oriente, que me libre hoy de mis lamentaciones, pasadas y futuras

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